Aquel día ví en el mapa de mi misma un lugar que se encontraba vacío y en las sombras. Una isla desierta. Un camino hecho por el viento, virgen de todo paso, hijo del tiempo, nieto de la erosión, violado por la soledad del destino que habitamos un segundo antes de que nazca el primero siguiente.
Fue así o así fue, – todavía no lo sé -, que subí a un águila de hierros que era mi propio ave fénix, que era yo, a la que abandoné llegando, (como quien deja atrás una esperanza para dar a luz a la próxima).
Lo que parió la misma, (la desesperada des-esperanza) fue el fuego interno, mi infierno, que transformó en cenizas a mi antiguo yo, haciendo destellar ríos de lava intensa que iluminaban un nuevo amanecer, un nuevo camino.
Recordé en este re-nacer a Castaneda cuando sus letras me hicieron saber que al vivir ésta experiencia iba a recibir un columpio golpeándome en su vaivén. Y al ser doble escorpio, está en mi sino tener que morir para renacer, en cada  ocasión de forma muy muy intensa.
“Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera.”

Este trabajo proviene de experiencias y prácticas antiguas de tradición Toltecayotl de México Tenochtitlan. A través de Juan, uno de los chamanes más respetados de México, iniciamos un camino juntos en el que me acabé convirtiendo en su ahijada en un sagrado ritual de la planta mágica mexicana, el Peyote. Una ceremonia que, sin yo saber, había empezado desde hacía mucho tiempo, y que produciría una transformación en mi, sin precedentes.

OMETEOTL padrino Juan